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Lo importante en esta vida no lo enseñan, pero cuando lo aprendes, no lo olvidas. Siempre he creído que las palabras son necesarias para sanarte. En este libro he intentado depositar toda mi experiencia y lo que he aprendido de mucha gente que ha decidido contarme su sabiduría: los secretos y la energía que se desprende de los amarillos con los que he coincidido en mi vida. Quisiera que este libro fuera un botiquín de soplos energéticos para muchos males y, sobre todo, para el alma. Lo he escrito con la esperanza de que alguno de estos soplos os active la ilusión, os aleje de ese problema que ahora tenéis y os devuelva a la senda de la alegría si os encontráis en ese duro instante vital. También tengo claro que quiero que este libro esté ilustrado, tenga bellos dibujos que os lleven de un soplo a otro.



About the Author

Albert Espinosa

Albert Espinosa i Puig (n. Barcelona, 5 de noviembre de 1974) ,1 ingeniero industrial de formación, es un guionista, autor teatral, escritor, actor y director de cine español. También colabora como columnista en el diario El Periódico de Catalunya. A la edad de 13 años le fue diagnosticado un osteosarcoma por el que tuvieron que amputarle una pierna. Sufrió metástasis y también fue necesaria la extirpación de un pulmón (16 años) y parte del hígado (18 años) . En total, pasó diez años en hospitales, y esa experiencia vital le serviría de inspiración para algunas de sus obras teatrales y literarias y guiones de cine y televisión. Al día siguiente era 23 de abril. Al día siguiente, a Albert le amputarían su pierna izquierda. Cojo con 14 años. Tres cánceres consecutivos se habían cebado con su tibia, pero peleaba con denuedo en un hospital de Barcelona. El médico no se anduvo con rodeos con el chaval. «Albert, deberías hacer una especie de despedida de tu pierna. Así tendrás menos sensación de pérdida». Y Albert se aplicó en ello. A fondo. Consiguió que un amiguete se pusiera bajo los palos de una portería de fútbol. Le metió 50 goles a zurdazos. Llamó a aquella compañera del colegio con la que una vez hizo 'piececillos' bajo el pupitre. Repitió las fugaces caricias. Y echó un último baile «a dos piernas». Su compañero de habitación puso música a su adiós. 'Espérame en el cielo', de Antonio Machín. Y Albert asumió que desde entonces sería un niño cojo. Pero aprendió mucho más. «Después ni siquiera sentí el 'fantasma' que dicen que notas cuando te quitan un miembro. Creo que me despedí tan bien que hasta el fantasma se fue. Yo siempre digo que no perdí una pierna. Gané un muñón. Hasta en las pérdidas hay ganancias».Albert Espinosa (Barcelona, 1973) sigue teniendo hoy mucho de aquel niño. Un niño grande al que le gusta vestir camisetas, sudaderas y vaqueros. Conserva dentro ese niño al que le entusiasmaba que su madre le sentara ante una lavadora repleta de ropa amarilla y roja y para el que la lucha no había hecho más que empezar aquel 23 de abril. A los 15 años los médicos le recomendaron a él y a sus padres que se fueran a disfrutar a Fuerteventura. Le dieron semanas de vida. Él se negó, obcecado, ilusionado. Se levantó de la lona. Y siguió peleando. Los médicos lo vieron evolucionar asombrados. A los 16 años tuvieron que extirparle el pulmón izquierdo. A los 18 se quedó sin medio hígado. El cáncer no le dio tregua en el rincón en el que le tuvo acorralado hasta los 24. Pero él salió victorioso tras casi 200 radiografías y 'tacs'. «Soy muy radiactivo», bromea. Venció y fundó su 'mundo amarillo'. Así se llamó su primera novela: 'El mundo amarillo: si crees en los sueños ellos se crearán'. El suyo fue vivir. El mago Tamarit llenó algunos de sus tiempos muertos en un puñado de hospitales catalanes. Y él se hizo mago. No solo mago aficionado. Mago de la vida. Porque pasar apenas media hora



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