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Sono el telefono y supo que la iban a matar. Lo supo con tanta certeza que se quedo inmovil, la cuchilla en alto, el cabello pegado a la cara entre el vapor del agua caliente que goteaba en los azulejos. Bip-bip. Se quedo muy quieta, conteniendo el aliento como si la inmovilidad o el silencio pudieran cambiar el curso de lo que ya habia ocurrido. Bip-bip. Estaba en la banera, depilandose la pierna derecha, el agua jabonosa por la cintura, y su piel desnuda se erizo igual que si acabara de reventar el grifo de agua fria. Bip-bip. En el estereo del dormitorio, los Tigres del Norte cantaban historias de Camelia la Tejana. La traicion y el contrabando, decian, son cosas incompartidas.



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