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En julio de 2006 un avión de la DEA sacó a Virginia Vallejo de Colombia. Su vida estaba en peligro por haberse convertido en el testigo clave de los dos procesos criminales más importantes de la segunda mitad del siglo veinte en su país: el asesinato de un candidato presidencial y la toma del Palacio de Justicia, donde fallecieron alrededor de cien personas, entre magistrados, guerrilleros y civiles. Veintiocho años antes, Virginia Vallejo era presentadora de televisión en Colombia y modelo que aparecía en las portadas de las principales revistas.  Conoció en 1982 a Pablo Escobar, un misterioso político de treinta y tres años que en realidad manejaba los hilos de un mundo de riqueza inigualable en que gran parte del incesante flujo de dinero procedente del tráfico de cocaína se canalizaba a proyectos de caridad y a las campañas de candidatos presidenciales de su elección.